En la guardia del hospital: Cada paciente es un mundo

No lo había empezado atendiendo yo. Entré a un box y el paciente ya estaba sentado en la camilla, al lado estaba parado su familiar y en frente dos de mis compañeros.

Cuando entré estaba hablando fluidamente, tendría unos 80 años, era alto, de ojos bien celestes y tez blanca, visiblemente curtida por el sol. Lo saludé a él y al familiar, un chico joven quien después me enteraría que era su sobrino.

Ví en la hoja que tenían mis compañeros que decía como motivo de consulta: dolor de pecho.

Me explicaron rápidamente que el señor venía porque cuando caminaba una o dos cuadras se agitaba mucho y le dolía el pecho. Como vive solo en el campo, su sobrino lo visita los fines de semana y hace 2 meses aproximadamente lo notó que estaba muy decaído y que no podía caminar mas de dos cuadras porque le faltaba el aire y le dolía el pecho, paraba, se recuperaba y después seguía 2 cuadras más y de nuevo lo mismo.

Con saber esa simple parte de la historia me llamó la atención que el sobrino, de unos 30 años, se preocupe por llevar al médico a su tío, quien en un principio pensé que era su abuelo. Bueno... a decir verdad no es que me llamo la atención, si no que me dio mucha ternura.

El sobrino nos contó que lo traía porque si no el señor no iba a ir, y porque le preocupaba el notarlo muy venido a menos comparado con unos meses atras, cuando hasta había viajado al norte del país, caminado todo el día paseando y hasta se había subido a un gomón. (80 años!)

Supuestamente no tenía antecedentes de enfermedades, pero el cuadro clínico que presentaba el paciente hablaba de una insuficiencia cardíaca que quizás nunca le llamo la atención, pero esta vez el dolor asociado, típico de una afección de las arterias del corazón, quizas haya sido el punta pie para descubrirla.

El señor estaba descompensando su insuficiencia cadíaca y presentaba angina de pecho.

Pero el estaba muy lúcido, hablaba de lo que uno le preguntara sin perder el hilo, cuando hablaba de ciertas cosas se le llenaban los ojos de lágrimas, y la ternura de su actitud no era fácil de ignorar.

Su sobrino contaba que lo queríaqueria traer a vivir a la ciudad y yo le decía que quizás sería bueno para que no esté solo y esté mas cuidado.
El paciente decía que ese no era el problema, porque el se siente bien, dice que antes solía caminar muchos kilómetros al día y nunca le paso nada, pero me decía que el problema es que en el campo no se puede estar mas... porque le roban todo.

Me quedé sorprendida. Y me dijo que no sabía quienes, pero que todos los días le faltaba algo, el otro día se levantó y se habían llevado 13 animales de los 27 que tenía. Cuenta que la policía ni va para allá... antes si pasaban, pero ahora ni aunque los llamen van.

Este señor con la edad que tenía se encontraba muy bien, se notaba en sus manos y en su cara todo lo que había trabajado, quizás motor de su larga vida.

Cuando hablabamos de eso el paciente perdía la vista y se quedaba pensando... con una vida entera vivida en el campo me imagino que es muy difícil acostumbrarse a vivir en la ciudad... y mas porque el motivo es evitable. Le roban su trabajo, su vida, justo cuando la naturaleza no ayuda. Y la sociedad tampoco.

2 comentarios:

  1. Anónimo dijo...
  2. Por eso es que estamos como estamos (n Venezuela también) Y para completar El gobierno termina cayéndole encima a la pobre gente del campo...Si seguimos así, ni pensar lo que tendremos que comer

  3. Maru dijo...
  4. Alí, exactamente! Aca pasa lo mismo... siguen a los del campo y los tratan de enfrentar a la sociedad a toda costa...

    Realmente terminan ganando por cansancio....

    Saludos y muchas gracias por opinar!!

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